Alimentación y cáncer

El cáncer es una de las causas más importantes de muerte y discapacidad. En países desarrollados y en vías de desarrollo, establece la segunda causa de muerte, representando el 25% del total.

Sabemos que el riesgo de tener cáncer aumenta con la edad, pero es importante tener en cuenta, que el cáncer ha aumentado fuertemente su frecuencia en edades más tempranas de la vida.

Está demostrado que la prevención y la pesquisa precoz pueden disminuir la mortalidad del cáncer. La prevención se focaliza en modificar el ambiente y factores de riesgo del estilo de vida que favorece a desarrollar estas enfermedades. Se estima que al menos el 50 % de los cánceres pueden ser prevenidos.
Dentro de estos factores que se relacionan con aumento de riesgo de cáncer podemos encontrar:

  • Alimentación y exceso de peso.
  • Contaminación ambiental: como inhalantes, químicos, algunos pesticidas.
  • Tabaquismo: es uno de los factores prevenibles de cáncer más importantes.
  • Sedentarismo o inactividad
  • Actividad sexual no protegida, entre otros.

El vínculo entre alimentación y riesgo de cáncer es complejo y no es fácil de establecer, principalmente porque nuestra dieta contiene productos muy variados. Sin embargo, hace algunos años, estudios científicamente validados han establecido relaciones entre el tipo de alimento que ingerimos y el desarrollo del cáncer.

En 1984, el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos estableció que un 35% de los tumores malignos tienen origen o están relacionados con factores alimentarios, comparándose así con el riesgo de cáncer que produce el tabaco. Es así como los expertos sitúan a la alimentación como uno de los factores de riesgo tumoral más importantes dentro de los factores ambientales y prevenibles.

En general, las dietas hipercalóricas y las ricas en grasa son las más peligrosas, junto con algunas formas de cocinar como los asados al carbón, barbacoa y ahumados. Por el contrario, la fibra (insoluble sobre todo), vitaminas y algunos minerales forman el grupo de protectores frente a los tumores. También existe consenso en que los alimentos vegetales reducen el riesgo de cáncer. Por otro lado, el alcohol, las dietas ricas en grasas y la obesidad aumentan el riesgo de cáncer de colon y recto, y posiblemente el de mama, próstata y riñón.

 

Asociaciones de alimentos y cáncer

Frutas y vegetales: son una parte esencial de una dieta saludable, ya que son una buena fuente de nutrientes, como vitaminas A, C, E, folatos y fibras. De manera similar, las verduras probablemente reducen el cáncer de laringe, páncreas, mama y vejiga. El consumo de frutas, por su parte, se ha asociado a una disminución en el riesgo de cáncer de boca, faringe, esófago, pulmón, estómago y mama. Existen múltiples estudios que asocian dietas ricas en tomate y derivados de este con disminución de cáncer de próstata. Se atribuye esta propiedad al LICOPENO, carotenoide que se encuentra en esta fruta. Se recomienda incorporar a la dieta una gran cantidad de verduras y frutas, de diferentes colores para así incluir una mayor variedad de nutrientes y vitaminas.

Carnes: comer grandes cantidades de carnes rojas aumenta el riesgo de cáncer de intestino y posiblemente gástrico. La carnes rojas incluyen vacuno, cerdo y cordero. Dentro de las carnes procesadas con más riesgo se incluyen jamón, tocino, salame y salchichas. El consumo de carnes blancas como pollo y pescado, aparentemente no ha mostrado un aumento en el riesgo de cáncer.

Se recomienda comer pocas cantidades de carnes rojas, y de hacerlo cocinarlas a baja temperatura. Se piensa que la carne excesivamente asada adquiere compuestos potencialmente cancerígenos tanto del combustible utilizado (carbón) como de las proteínas propias de la carne sometidas a altas temperaturas. Lo importante es no consumir las carnes asadas carbonizadas.

Comidas saladas: las comidas saladas o conservadas con sal, están relacionadas con el cáncer de estómago y de la nasofaringe. Además, aumenta el riesgo de morir por problemas cardiovasculares. Se recomienda disminuir el consumo de la sal y verificar la cantidad de sal que tienen los productos elaborados y conservados.

Fibra: la fibra podría disminuir el riesgo de cáncer de colon y recto hasta en un 25%. Esto incluye las frutas y verduras, cereales integrales, pan y arroz integral y pasas oscuras, ente otros. Se sugiere aumentar la fibra eligiendo comidas integrales cuando es posible. Muchas frutas y vegetales tienen un alto contenido en fibra, como arvejas, espinaca, manzanas, palta, peras y berries. Otras verduras y frutas que contienen moderada cantidad de fibra son las bruselas, choclo, porotos verdes, brócoli, zanahoria y naranja.

Dietas ricas en Omega 3: se ha establecido que las dietas ricas en omega 3 disminuyen la inflamación crónica silenciosa, la que contribuye a la expresión de múltiples enfermedades y dentro de ellas al cáncer. El omega 3, que es un ácido graso esencial, poliinsaturado, se encuentra en pescados y algunos vegetales como semillas de chia, nueces y sacha inchi. El pescado puede reducir el cáncer intestinal, si bien aún faltan estudios concluyentes. Se recomienda comer más pescado, reemplazando así las carnes rojas o procesadas. Lamentablemente, al estar nuestros mares contaminados, se recomienda consumir no más de 200 grs de pescados a la semana, y aumentar los omegas 3 de origen vegetal. Existen suplementos de omega 3 ultrafiltrados, que tienen mínimas cantidades de contaminantes.

Grasas: las grasas son necesarias y fundamentales en nuestra dieta, pero las dietas ricas en grasas pueden aumentar el riesgo de cáncer y enfermedades cardiovasculares, entre otras. Las grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas son beneficiosas, asociadas al “colesterol bueno”, mientras que las grasas saturadas y las grasas trans son las grasas asociadas al “colesterol malo”. Las comidas vegetales son más ricas en grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas, mientras que las carnes son ricas en grasas saturadas. Existe evidencia que comer muchas grasas saturadas puede incrementar el riesgo de cáncer de mama.

Se sugiere buscar bajar la ingesta de comidas grasosas, bajar o suprimir las carnes ricas en grasas, frituras, margarinas y quesos. Se recomienda elegir carnes desengrasadas y leche descremada.

Vitaminas y minerales: como los folatos, vitaminas A, C y E, pueden reducir el riesgo de varios tipos de cáncer. Aún no está claro qué vitaminas específicas afectan qué cáncer, pero en general se sugiere hacer combinaciones de éstas. Estos nutrientes se encuentran en frutas y vegetales, y no se recomienda sustituirlas por suplementos vitamínicos, ya que no constituyen una dieta balanceada.

Endulzantes artificiales: son utilizados frecuentemente en el mundo, en diferentes alimentos dietéticos así como también para endulzar las bebidas que ingerimos. La sacarina es uno de los endulzantes más estudiados, siendo descrito en los años 80 que podía causar cáncer de vejiga en ratas. En estudios posteriores esto no se confirmó en humanos. El aspartame fue también sujeto de temor a producir cáncer, debido a un estudio que mostró aumento de cáncer cerebral. Estudios posteriores han demostrado que el aspartame es seguro para el uso humano en las dosis establecidas como seguras. De todas maneras, es necesario proseguir con las investigaciones de los nuevos endulzantes, como la sucralosa, para establecer su seguridad.

Se sugiere el uso de endulzantes naturales como la stevia, el que no ha demostrado efectos dañinos para la salud.

Té verde: algunos estudios evidenciaron que el té verde redujo el riesgo de cáncer de mama, próstata, boca, estómago e intestino. La mayoría de estos estudios se hicieron en países orientales, sin embargo, no fue confirmado en países occidentales. Probablemente esto fue porque en los países occidentales no se ingiere gran cantidad de té verde. El té verde posee unas sustancias naturales llamadas catequinas, teniendo 3 a 10 veces más concentración que en el té negro. Se ha demostrado en laboratorio que estas catequinas pueden bloquear el crecimiento de cáncer, a través de la prevención del daño del ADN celular, al barrer los radicales libres, bloqueando el crecimiento de células tumorales y deteniendo la activación de cáncer causado por químicos. Sin embargo, se requiere de más estudios para confirmar estas evidencias.

 

El equipo de expertos del Instituto Americano para la prevención del cáncer en conjunto con el Fondo Nacional para la Investigación del cáncer de Estados Unidos, a través del Informe “Alimentos, Nutrición y Prevención del Cáncer: Una Perspectiva Global”, entrega un total de 14 recomendaciones nutricionales, dirigidos a los consumidores:

  1. Elegir dietas basadas predominantemente en vegetales, ricas en variedades de verduras y frutas, legumbres, y alimentos almidonados mínimamente refinados.
  2. Mantener un peso corporal “razonable”, con un IMC entre 19 y 25 kg/m2.
  3. Dedicar 1 hora al día a caminar rápido o a un ejercicio similar.
  4. Ejercitarse vigorosamente 1 hora a la semana si la actividad laboral es de intensidad baja o moderada.
  5. Comer diariamente 400-800 grs o 5 o más raciones de verduras y frutas variadas, durante todo el año.
  6. Comer diariamente 600-800 grs o más de 7 raciones de cereales, legumbres, raíces y tubérculos. Elegir los menos procesados.
  7. Limitar el consumo de azúcar refinado.
  8. Limitar las bebidas alcohólicas.
  9. Limitar la ingesta de carnes rojas, si no es posible del todo, ingerir menos de 80 gramos al día.
  10. Limitar la ingesta de alimentos grasos, especialmente los de origen animal.
  11. Limitar la ingesta de alimentos salados.
  12. Limitar el uso de sal en las comidas.
  13. Informarse al comprar e ingerir alimentos, la forma de preservación y conservación, los aditivos alimentarios, residuos de pesticidas y otros contaminantes químicos.
  14. Evitar los alimentos carbonizados, como asados. Evitar el uso de suplementos alimenticios innecesarios.